Las redes sociales y su influencia electoral
La presencia de las redes sociales en las próximas elecciones será imprescindible para que las organizaciones político partidarias puedan llegar a sus electores. Así lo exigen las restricciones en materia publicitaria impuestas por la Ley Electoral y de Partidos Políticos, cuyos espacios, además, solo podrán ser contratados por el TSE, más el absurdo de las restricciones a la libre emisión del pensamiento con el pretexto de la campaña anticipada.
Sin embargo, los participantes en la contienda también tendrán que prepararse para enfrentar la peor oleada de noticias falsas, campañas negras, descalificaciones y críticas despiadadas hacia cualquiera de las propuestas que presenten los políticos. Algunas veces los cuestionamientos serán válidos pero, en su mayoría, serán originados en esas aberrantes plataformas conocidas como netcenters, y a los cuales los gobiernos del PP y de Jimmy Morales les otorgaron un poder increíble, al incluirlos como núcleo de sus estrategias de comunicación.
Este auge ocurre no solo como efecto de los procesos de modernización tecnológica que se observan en todos los órdenes de la vida actual. Responde también a hechos relevantes, siendo uno de los más importantes, el descrédito en el que ha caído la mayoría de medios de comunicación tradicionales. Un fenómeno que no es exclusivo de Guatemala. Ello, debido a que estos dejaron hace mucho de responder a los intereses de los ciudadanos para asumir las posiciones de los sectores empresariales o políticos con los cuales se identifican.
Sin embargo, hay algo que debe tener en cuenta cualquier estrategia política: las redes sociales se hicieron fundamentales en la contienda electoral, pero de ninguna manera aseguran el triunfo. Así como tampoco son suficientes las campañas de tierra y aire, dichas redes influyen, eso sí, pero no sirven para ganar.
Esta errada creencia surgió como producto de ciertos fenómenos políticos que se originaron en redes sociales y contribuyeron a desencadenar procesos como la Primavera Árabe en Egipto (2010-2013) y las manifestaciones contra Otto Pérez Molina y Roxana Baldetti, aquí en Guatemala, en 2015. Incluso, desempeñaron un papel importante en las recientes movilizaciones contra el dictador Daniel Ortega, en Nicaragua.
Dichas acciones, como es bien sabido, de ninguna manera tuvieron un carácter político–electoral intrínseco, aunque en casos como el guatemalteco, al final contribuyeron a influenciar la decisión ciudadana expresada en las urnas.
Precisamente, una de las mentiras descomunales del entonces candidato Morales fue afirmar que todos los recursos de campaña se destinaron a financiar su presencia en las redes sociales. Ahora sabemos que hasta hubo acciones lindantes con el financiamiento electoral ilícito y que, ante la falta de estructura partidaria, su triunfo fue una conjugación de trabajo en redes sociales y humanas (estas últimas controladas por militares). Además de explotar, claro está, el apasionamiento ciudadano ante la indignación desatada por los escándalos de corrupción del Partido Patriota.
Con base en tales antecedentes, los partidos políticos deben tener claro que un follower o un like no equivalen a un voto y que el troller de hoy puede ser el aliado de mañana. Es más: al tratarse las redes sociales de un nicho que en su mayoría es utilizado por jóvenes fregones, sin mayor formación política –y a menudo sin formación en nada– y lo que es peor, sin interés en los procesos electorales, es un error considerarlas como determinantes para el éxito.
También deben tener presente que cualquier noticia, entrevista o actividad exitosa, así como puede merecer simpatías, también va a ganarse una lluvia de argumentos que de ninguna manera son propositivos. El objetivo siempre será descalificar, insultar y denigrar los argumentos del oponente. Tal como ya ocurre en nuestro medio con las publicaciones de ciertos personajes… aunque no necesariamente se trate de candidatos a cargos de elección popular.
Lo que sí han demostrado algunos expertos en el marketing electoral, es que las redes sociales sí resultan efectivas para encender ánimos y movilizar a su electorado duro, siempre que se puedan hilvanar estrategias adecuadas de motivación, emoción y organización.
Lo que sí deben tomar en cuenta las organizaciones partidarias es el efecto contrario: las acciones de comunicación en en redes sociales pueden ser efectivas si en lugar de atacar a opositores, se erigen en herramientas de comunicación y, sobre todo, de interacción con la ciudadanía.
Por ello, es importante tomar en consideración lo siguiente: pese a la omnipresencia que se puede alcanzar desde una red social, tampoco se puede menospreciar las formas tradicionales de proselitismo. Y las redes sociales están muy lejos, a años luz, de sustituir a la organización partidaria.
Debe recordarse que en Guatemala no todos tienen acceso a la red y la gente siempre quiere estar cerca, y de ser posible, ver y tomarse la selfi con el candidato. Y sí, también hay quienes quieren escucharlo directamente para conocer su programa de viva voz.
La psicología política demuestra que los electores quieren ver a su candidato porque ello les brinda seguridad. Y más aún: cuando pueden ser escuchados por este. El famoso contacto face to face. El sano equilibrio entre campaña en redes y campaña presencial.
Conclusión: tener redes sociales no garantiza el éxito político electoral, pero es más probable perder si no se cuenta con ellas.
Edgar Rosales | Política y sociedad / DEMOCRACIA VERTEBRAL
Fuente: gazeta.gt/